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La guerra peruano-ecuatoriana de 1941: un episodio histórico que marcó la región

Descubre los eventos que llevaron a este enfrentamiento, la valentía de los protagonistas y cómo, medio siglo después, la paz se selló en el Protocolo de Río de Janeiro el 29 de enero de 1942.
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Fotograma de lanzamiento de paracaidistas. Foto: Archivo

Fotograma de lanzamiento de paracaidistas. Foto: Archivo
16:30 horas - Lunes, 29 Enero 2024

Una colaboración de Gastón Gaviola.

El sol brillaba con fuerza aquella mañana de sábado, arrancando destellos dorados a las usualmente tranquilas aguas verdes del río Zarumilla, frontera natural que separa a Ecuador del Perú. Este río nace en las montañas ecuatorianas de la cordillera de Tahuín y ese día, mientras discurría hacia el océano Pacífico, se convertiría en el escenario de la primera sangre, marcando el inicio de la guerra. Es el 5 de julio de 1941 y nuestra frontera norte se encontraba en permanente alerta debido a las graves tensiones entre ambos países. Tanto Perú como Ecuador reclamaban la soberanía de un territorio que, para 1941, era una olla a presión tanto diplomática como militarmente.

Por una parte, Ecuador reclamaba la soberanía sobre los ríos Marañón y Amazonas, basándose en la existencia de la Real Audiencia de Quito (que después formó parte del virreinato de Nueva Granada); según este planteamiento, Tumbes, Jaén y Maynas debían estar bajo bandera ecuatoriana. Por otro lado, Perú sostenía su posición sobre el principio del uti posidetis iure, una figura que en el derecho internacional alude a que un país ejercerá derecho sobre un territorio que histórica y geográficamente le pertenecen y con el que tiene vinculación. Nuestro país, además, se respaldaba en el principio de la libre determinación de los pueblos. Esto, puesto sobre papel, se podía comprobar porque los tres territorios en disputa, como se puede ver en el compendio histórico de Jorge Basadre, juraron la independencia del Perú.

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Dicho esto, volvamos a aquella mañana soleada en la que se inició lo que pasaría a los libros de Historia como la Guerra peruano-ecuatoriana, también conocida como la Guerra del 41. En esos días, ambos países habían desplegado tropas a lo largo de la frontera, tomando posiciones en diferentes puntos de vigilancia. Empalizadas, casamatas, pequeñas trincheras y fortines se levantaban a uno y otro lado. Una calma falsa, tan frágil que se necesitó apenas una escaramuza para iniciar la guerra.

LA CHISPA DEL CONFLICTO

Al igual que con la batalla de Miraflores, donde el ejército peruano y el chileno se acusan mutuamente de romper la tregua que ordenaba un alto al fuego, en esta ocasión, peruanos y ecuatorianos también se señalan mutuamente como la parte que apretó el gatillo primero. Lo que sí es comprobable es que aquella mañana, el enfrentamiento se cerró con dos soldados ecuatorianos muertos. La guerra había comenzado.

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Tropas peruanas con tanque Panzer 38.

Con el pasar de las horas, la pelea se fue extendiendo, formándose un frente a lo largo de todo el río Zarumilla. Tropas peruanas y ecuatorianas buscaban capturar posiciones enemigas cruzando y recruzando el río en múltiples oportunidades. La Palma, El Porvenir, Matapalo, El Lechugal y Quebrada Seca se convirtieron en escenarios de múltiples enfrentamientos.

El presidente Manuel Prado Ugarteche acordó entrar en un estado de guerra total. Se enviaron a la frontera todos los recursos bélicos de los que disponía el arsenal peruano. Así, llegó al teatro de operaciones una brigada de tanques Panzer 38, blindados ligeros de fabricación checoslovaca, ideales para moverse entre junglas y esteros, prestos para acompañar a las tropas de infantería que el Ejército movilizaba. Dos cruceros, el BAP Almirante Grau y el BAP Coronel Bolognesi, eran la punta de lanza que cruzaba el Pacífico para asegurar la supremacía marítima, en combinación con dos destructores y una división de 4 submarinos. El puerto de Guayaquil y Puerto Bolívar rápidamente sintieron las presiones del bloqueo impuesto por la Armada Peruana.

infanteria peruana

Infantería Peruana en la zona de conflicto.
 

FURIA EN EL CIELO

En el aire, el Cuerpo Aeronáutico del Perú (precursor de la Fuerza Aérea del Perú) desplegó una escuadrilla de cazabombarderos NA-50 que, desde el mismo 6 de julio (apenas 24 horas después de iniciada la guerra), castigaban las posiciones ecuatorianas en tierra para garantizar el avance de las tropas peruanas. El 23 de julio, apenas a 13 días de rotas las hostilidades, Perú lanzó una ofensiva a gran escala, dando inicio a la batalla de Zarumilla. Con los primeros rayos del sol, despegó desde Tumbes la 41° Escuadrilla compuesta por 3 de los NA-50 peruanos. Apodados "Torito" por su robusta estructura, las naves trazaron su ruta hacia Quebrada Seca con el fin de bombardear las posiciones ecuatorianas que amenazaban el avance de los soldados peruanos en tierra.

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En formación de ataque, los 3 Torito enfilaron sus armas sobre los objetivos en el terreno, recibiendo un intenso fuego de artillería antiaérea y armas ligeras con las que los soldados se defendían en sus posiciones. En ese momento, la segunda de las aeronaves de la 41° Escuadrilla fue alcanzada por la metralla. El fuego empezó a apoderarse del avión. La cabina se llenó de humo y llamas, pero el piloto no perdió el control de su máquina. Este NA-50 en particular es apodado "Pantera" y tiene pintada en la nariz la figura de un arquero con la flecha tensa y lista para disparar. Es un cazador, al igual que su piloto.

batalla de zarumilla

Batalla de Zarumilla.

Este chiclayano de 27 años, además de aviador, es un hábil paracaidista. Esta es su segunda pasada sobre el objetivo enemigo en esta mañana. El teniente José Quiñonez Gonzáles tiene apenas unos instantes cuando toma la decisión. Renuncia a la posibilidad de saltar de la cabina que se incendia. Por el contrario, asegura los controles de Pantera y apunta con su nariz al centro de las posiciones ecuatorianas. La nave y su piloto desaparecen en una bola de fuego, la misma que consumió también las fortificaciones ecuatorianas que impedían el avance de las tropas peruanas. Con su sacrificio, se da un paso más hacia la victoria en la batalla de Zarumilla.

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Quiñones y su avión NA-50. Este en particular es Pantera.

Para asegurar la zona de Quebrada Seca, ese mismo día, se requería la captura del puesto ecuatoriano de Carcabón. La misión fue encargada al teniente de la Guardia Civil Alipio Ponce Vásquez, quien se puso al frente de una columna de ataque compuesta por 30 hombres entre policías y soldados del Ejército. Por lo accidentado del terreno, llegaron a su objetivo cuando el sol ya se había puesto tras la cordillera. Pese a la poca visibilidad, continuaron con su ataque y para las 10 de la noche, la bandera peruana ondeaba en el puesto capturado.

Apenas 3 días después, la fuerza del teniente Alipio Ponce fue reforzada por 4 morteros y un equipo de zapadores del Ejército. Su nueva misión era tomar al asalto el puesto de Huabillos, para lo cual tenían que marchar 5 kilómetros desde Carcabón. Como en aquella oportunidad, sus hombres volvieron a alzarse con la victoria. Los peruanos eran imparables.

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Teniente GC Alipio Ponce.

AUDACIA NOCTURNA

El 31 de julio se registró la primera maniobra aerotransportada en la historia de Latinoamérica. En lo que había sido calificado como una "misión suicida", tres miembros de la Compañía de Paracaidistas del Cuerpo Aeronáutico saltaron sobre Puerto Bolívar para capturar el almacén de armas y municiones del adversario. Carlos Raffo, Antonio Brandaris y Armando Orozco iban armados con puñales y pistolas y saltaron con el ocaso sobre su objetivo. Combatieron toda la noche contra los sorprendidos miembros de la guarnición y para el amanecer, la roja y blanca flameaba en el puerto capturado.

Ese mismo día, el 31 de julio, Ecuador plantea unilateralmente un alto al fuego. Casi toda la provincia ecuatoriana de El Oro se encontraba bajo control de las fuerzas peruanas, aunque se seguía combatiendo. Perú ejecutaba patrullajes de reconocimiento de largo alcance para anticipar un posible contraataque de las fuerzas ecuatorianas.

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Para la mañana del 11 de septiembre, se encomienda al regimiento de caballería lanceros de Torata que ejecuten un reconocimiento en las orillas más altas del río Jubones. Era una columna de 26 hombres comandada por el capitán EP Alfredo Novoa. El teniente Alipio Ponce se ofreció como voluntario y se unió a la columna. Cuando estaban por llegar a la Quebrada de Porotillo, fueron emboscados por todo un batallón del ejército ecuatoriano que abrió fuego de ametralladora desde diferentes ángulos. Apenas sobrevivieron 2 de los 26 hombres de la patrulla. Los otros 24, incluyendo al capitán Novoa y al teniente Ponce, murieron combatiendo. Con esta acción, el mando peruano consideró roto el alto al fuego del pasado 31 de julio y continuó con los bombardeos sobre posiciones ecuatorianas.

Hasta finalizar el año, Perú mantenía control militar y administrativo sobre la provincia de El Oro. Puerto Bolívar y Guayaquil seguían bloqueadas desde el mar por la Marina de Guerra del Perú, mientras que otras provincias, como Loja y Pastaza, tenían presencia de tropas peruanas en su territorio.

El 29 de enero de 1942, después de seis meses de conflicto, el Protocolo de Paz, Amistad y Límites de Río de Janeiro fue firmado, marcando el cese de la guerra. Sin embargo, esta no fue solo una firma en papel, sino el punto y aparte de una narrativa impregnada de sacrificios y controversias. Y es precisamente este hecho el que nos impulsa a compartirles esta historia hoy.

Firma del Protocolo de Río de Janeiro

Firma del Protocolo de Río de Janeiro.

Esta columna es responsabilidad exclusiva del colaborador, por lo que cualquier aspecto de esta narrativa es producto de su autoría. Esta plataforma brinda un espacio para la diversidad de relatos.



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