Cada día, miles de personas juegan fútbol en el mundo, millones de aficionados ven los partidos más importantes a través de la televisión, hombres y mujeres compran camisetas, se abonan a un club, buscan un autógrafo de sus futbolistas favoritos, gritan un gol o corean el cántico de su equipo. Vemos que el fútbol es más que deporte, es una pasión, una forma de vida que se vive desde los niños hasta los más grandes que no dejan de ir a los estadios. Pero, ante todo eso

Cuando nos encontramos en “modo fútbol”, nuestro cerebro cambia completamente, entramos en un estado completamente diferente. Estamos totalmente concentrados en el juego, no queremos que nadie nos interrumpa, y si nuestro equipo mete un gol, no existe momento más feliz.

Y si estamos en el estadio la emoción es tanta que inclusive la persona que está a tu lado, un desconocido,  lo abraces de manera muy afectiva.

Evidentemente si nuestro equipo ganó uno se siente muy alegre y motivado, a diferencia de cuando pierde, pues cambia el humor notablemente y llevando, incluso, a la molestia o tristeza.

¿Por qué el fútbol está tanto en nuestro inconsciente?

Al parecer está relacionado con el lado evolutivo. Nuestro cerebro ve a los jugadores como guerreros luchando por tierras. Esta pugna es por tierras, por alimentos, por reproducción o por la prole. A pesar de que nuestro lado racional diga que solo vemos un juego, nuestro lado inconsciente y pasional nos dicen que es una disputa y, por lo tanto, debemos estr eufóricos.

Esto sucede mucho con los jugadores, por ejemplo, cuando realizan una acción vehemente justificamos sus diciendo: “Está en el calor del partido”.

La pasión, que no siempre va de acuerdo con la razón, nos hace actuar así. Esto no pasa con todos los deportes donde se puede anotar a los pocos segundos. En un partido de fútbol puede haber dos, tres o incluso ningún gol en todo un partido y por eso son mucho más festejados y se convierten en un estallido de júbilo para quien lo marca y un enorme lamento para quien lo recibe. 

El fútbol está lleno de ingredientes que nos apasiona, hay que vivirlo con pasión, pero siempre con buena conducta, instruyendo a los más pequeños en el juego limpio y el respeto a compañeros y rivales.