El exministro de Salud, Víctor Zamora, explicó que un rebrote de COVID-19 en el país es latente, pero que es difícil establecer el tiempo, lugar y dimensión. “Nosotros vamos a tener de todas maneras una segunda ola. Ignoramos cuándo, dónde y en qué magnitud”.

Superado el trance de los picos de infección y fallecidos, el país pasa por un período de reposo. Desde mayo la página web del Ministerio de Salud reporta todos los casos. “Hoy en día podemos decir que la primera ola ya pasó. Pero hay que prepararnos”, dijo Zamora.

El confinamiento en la capital limeña tiene matices en los estratos sociales. La diferencia es evidente en Miraflores respecto de San Juan de Lurigancho. Quedarse en casa con las necesidades básicas operativas ayuda en la tolerancia al control social.

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“Los residentes de Miraflores cuentan con un buen servicio de internet, agua, luz, servicio delivery, bancking, ejecutan teletrabajo en laptops. En cambio, los vecinos de San Juan de Lurigancho, tienen complicaciones de internet, un 70 % de ellos trabaja el día a día, otros no cuentan con refrigeradoras, el servicio de banco apenas alcanza a uno de cada cuatro ciudadanos. Así se hace muy difícil mantenerse confinado”, señaló.

La playa será una suerte de desfogue emocional para una mayoría de limeños que cumplieron con la cuarentena rígida. Las autoridades prevén un protocolo que salvaguarde la salud de los veraneantes.

“Terminado el período de cuarentena, los limeños hallarán en la playa un lugar de sano esparcimiento. Usarán el transporte público para llegar a la costa y, como sabemos, los transportistas son informales. Los buses, combis y cousters serían focos de infección camino a la playa”, comentó el exministro de Salud.